20080106

El manto

Mª Luisa de la Bandera clasifica los mantos en rectangulares, semicirculares y con mangas. Los rectangulares los separa según su tamaño y su forma de sujeción. Los semicirculares los distingue en abiertos y cerrados (BANDERA, 1977).
Es la última pieza de la vestimenta. Consiste en una pesada prenda que cubre los hombros, la espalda y los brazos de la figura. Es de tipo rectangular de gran tamaño, aparentemente sin broche y con colgantes pesados en las esquinas a tenor de los pliegues que ostenta (BANDERA, 1977), y deja entrever en un primer plano los collares.
Descansa en la parte superior de la espalda, ajustado al cuello, donde se acusa un pliegue a modo de estrecha solapa prolongándose hacia los lados, desde ahí comienza a caer, ensanchándose hasta formar pliegues escalonados en zig-zag, poniéndose de manifiesto el grosor y apresto de la tela. La solapa desaparece a la altura del medallón central reduciéndose a un pequeño resalte del borde hasta perderse en el límite de la base del busto, sugiriendo un espacio curvo en torno al área inferior del medallón central.
En los extremos superiores del manto se aprecia el perfil curvo que atribuimos al bulto de las hombreras A partir de éste se ve caer un grupo de pliegues laterales que acusan cierta tensión, cayendo hacia el eje de la figura, como si la modelo originaria hubiese estado sentada cogiéndose los bordes del manto con las manos o se unieran ambos con un broche, como en la figura en miniatura del Cerro de los Santos.

El tejido del manto posiblemente sería lana, como prenda de abrigo por excelencia que puede cubrir la totalidad del cuerpo.
En cuanto al color ya hemos expuesto nuestra opinión en otro lugar. Nos parece acertado decir que la policromía de la estatua debía de guardar relación con la realidad, que nos hace pensar en una combinación de colores rojos y azules. De modo que, si la mantilla y la toga son azules, el manto debe de ser rojo, y viceversa, si son rojas las prendas anteriores, el manto debe de ser azul.
Algún autor se apresura a proponer la reconstrucción parcial de la policromía a partir de la gama de colores del arte jónico arcaico (PIJOAN, 1934).
Tampoco deberíamos descartar alguna cenefa en su borde como ostenta magníficamente la Dama de Baza, de bella policromía.

Francisco Vives. "La Dama de Elche en el año 2000. Análisis, tecnológico y artístico". Ed. Tilde. Valencia.