20100128

La realización de la escultura

En principio será poco lo que se pueda decir sobre cómo se hizo la Dama, qué herramientas utilizó su autor, cómo era su policromía, etc. Sin embargo se puede decir bastante: si atendemos a las marcas que todavía persisten sobre la pieza, podremos saber qué instrumentos las hicieron; por comparación con otras obras ibéricas podremos intuir la técnica empleada y, por los restos de pintura que en ella quedan, cómo era recién terminada.
En la escultura se pueden observar una serie de marcas en su superficie que delatan la forma en las que se hicieron y, por extensión, la herramienta que se utilizó.
Estas marcas de esculpido no deberán ser nunca confundidas con las roturas que presenta la pieza fruto de los avatares que sufrió, sobre todo, en el momento de su descubrimiento. Recordemos que el muchacho Manuel Campello utilizó la azada de un trabajador para golpear la tierra y sus golpes tropezaron con la Dama golpeándola de forma inevitable varias veces. Estas marcas se descubren fácilmente por ofrecer una coloración distinta a las del resto de la pieza. Son más claras y descubren el verdadero color de la roca en relación al color ligeramente tostado de la escultura, se ven más nuevas. Se sitúan en la parte izquierda e interesan sobre todo al manto, veintidós marcas producidas por al menos dieciocho golpes; una marca destruye dos cuentas del tercer collar junto al manto; otra marca en la parte delantera del umbo del rodete del mismo lado; una gran rotura en la parte superior del rodete izquierdo que ocupa la arista interna del mismo; y por último una rotura en la tiara, en la arista, justo entre la cofia y la toca.
Existen otros desperfectos en la escultura, pero que no se pueden achacar al momento de su descubrimiento debido a que su tonalidad delata una gran oxidación resultado de su periodo de enterramiento, o sea, se produjeron “durante la vida pública” de la Dama, a consecuencia de los ritos o transporte a los que fue sometida y previos a su enterramiento. Me refiero a la falta de siete de las once esferitas montadas en cabujones que forman la primera fila sobre su frente en la cofia; o a la falta de alguna cuenta que otra de las que adornan los rodetes, algunas perdidas de forma parcial y otras total, indistintamente en ambas piezas; también falta un buen trozo de piedra de forma casi triangular en la zona lateral derecha de la base; algún que otro fragmento en los pliegues de las solapas; falta el asa izquierda de la anforita central del segundo collar y otros muchos de pequeño tamaño y en lugares diversos, que no son más que arañazos.

Herramientas utilizadas

En relación a las marcas dejadas por las herramientas utilizadas en su esculpido, hemos de decir que son escasas y que todas se encuentran en zonas poco visibles de la escultura o en lugares irrelevantes. Esto muestra el magnífico acabado que se le dio a la pieza en aquellas partes de suma importancia para los ritos del momento, o de lugares muy visibles.
Estas marcas ya fueron citadas por Antonio Blanco Freijeiro y Virginia Salve Quejido que identifican con: alcotana o azuela, cincel, cincel fino enmangado, cincel fino golpeado por una maceta, mediacaña y puntero o clavo.
La alcotana es un instrumento a modo de picoleta con dos puntas, una plana y la otra perpendicular como un hacha, entre ambas puntas un agujero permite ajustarla a un mango corto de madera. Se utilizaba con una mano para desbastar sillares de forma rápida y aproximarse a la superficie definitiva. Deja unas marcas típicas, anchas y alargadas en la dirección de ataque que evidencian el sentido del golpe. El resultado de su trabajo es tosco e imperfecto. En la Dama se encuentran en su base, lugar totalmente oculto al espectador, y su estudio revela que la dirección de los golpes era desde la zona posterior a la anterior, y todos los golpes son paralelos entre sí.
Los cinceles son herramientas rectas de metal con el borde biselado para labrar a golpes, generalmente el escultor se ayuda de una maceta, también de metal, para golpearlo y transmitir el golpe a la piedra; pero en ocasiones puede utilizar cinceles enmangados en madera a los que golpea también con macetas de madera o simplemente los desliza con la fuerza de sus brazos sobre la piedra para labrar pequeñas superficies lentamente y evitando los golpes fuertes. Los cinceles son de muchos tamaños y la fuerza con la que se golpea, generalmente está en relación con el tamaño del bisel.
En la Dama se encuentran marcas de un cincel de tamaño medio –un centímetro de bisel– en la cavidad de la espalda. Los golpes comienzan en el borde de la cavidad y se dirigen hacia el interior y hacia abajo describiendo suaves curvas escalonadas. Este lugar está bastante oculto, es necesario que la luz entre en esta cavidad para descubrirlas. También se ven sus marcas en la barbilla, en los pliegues del manto, en algunas partes del rostro y en los rodetes; en general las marcas pasan desapercibidas y a veces depende del ángulo de incidencia de la luz que llega a la pieza. Hace poco me sorprendí al descubrir una marca nueva de este cincel, en el manto en la zona de la izquierda. Habían cambiado la iluminación del museo.
Un cincel fino golpeado por una maceta de metal, se utilizó en la labra de los deta-lles de los rodetes. Toda la superficie exterior y parte de la interior de ambos rodetes están cubiertos por unos huecos rectangulares poco profundos que se adentran en la piedra y terminan en una arista, de manera que las cuatro superficies que forman cada hueco son dos trapecios y dos triángulos, el pequeño tamaño de la arista del fondo determina la pequeñez del cincel que podemos cuantificar en aproximadamente entre cinco y seis milímetros de bisel
Un cincel fino y posiblemente enmangado, se utilizó en la labra de las ínfulas que cuelgan a ambos lados del rostro. Aquí el escultor tuvo que resolver el doble problema de la falta de espacio para introducir la herramienta y la fragilidad del motivo que debía ser reproducido; trabajó despacio, golpeando el cincel con una maceta de madera, o sin maceta, arrastrando el cincel lentamente con sus manos.
Se utilizaron mediacañas o gubias para las zonas curvas como los ojos y la boca, o los pliegues y dobleces de la toga que cubre el pecho, y también para la parte trasera de la cofia o tiara. Realmente se utilizaron varias de tamaños diferentes y curvaturas diferentes. El uso de la mediacaña requería una destreza especial. Se podía utilizar para crear un surco o para lo contrario, un cordón, en este caso debía ser cuidadoso pues el ataque por los bordes de la mediacaña quedaban marcados. He de indicar aquí que no se utilizó un taladro para vaciar los iris de la escultura por varias razones: primero porque no son del todo redondos, o mejor dicho, el párpado superior se superpone levemente sobre el iris; segundo, porque el vaciado no es cilíndrico como ocurre con los taladros, sino semiesférico; y tercero, los dos iris son de tamaños diferentes, con un taladro serían idénticos, se hicieron con una mediacaña.
Un puntero o clavo movido a mano, se utilizó para repasar los surcos de los pliegues de la toga que cubre el pecho. De este modo se profundizaban aquellas zonas que lo requerían sin darles golpes no deseados.

Francisco Vives. "La Dama de Elche en el año 2000. Análisis, tecnológico y artístico". Ed. Tilde. Valencia.