20091128

Técnica escultórica (II)

La Dama de Elche tiene vacíos los iris de los ojos, lo que la convierte, hasta el momento, en una excepción dentro de la estatuaria ibérica. Casi al final del proceso de su talla el escultor procedió a incrustarle las piezas previamente preparadas y que harían las veces de iris y de pupilas. Seguramente, y como en casi todo el mundo antiguo, se utilizaron materiales preciosos o semipreciosos para dar mayor viveza a la expresión de la cara. El color de estos materiales era muy importante, sobre todo al tratarse de una escultura que iba a estar policromada. Pero también lo era su brillo, y por ello se solían elegir sustancias duras muy brillantes, o susceptibles de ser pulidas. Las incrustaciones tenían varias partes que simulaban los diferentes tejidos del ojo. En las estatuas en las que se incrustaba la totalidad del órgano se utilizaba el marfil o el mármol blanco para la esclerótica (el blanco del ojo), metales o pastas vítreas de color para el iris y piedras negras para la pupila. En nuestro caso, la Dama de Elche sólo poseyó las dos últimas piezas, el iris, posiblemente de pasta vítrea, y la pupila de piedra negra. Ambas piezas irían pegadas fuertemente a la piedra.

(Imagen tomada de una obra de Carlos Daudén)

Esta característica de iris vacíos se ha utilizado como argumento para demostrar su datación posterior a los siglos V-VI a. C., intentando equipararla a las esculturas griegas o romanas con iris incrustados, pero existen otras piezas en el mundo ibérico que también tienen los iris vacíos como la pátera de Santiesteban del Puerto o los bronces de Maquiz, que son anteriores.
Seguidamente se procedía al pulido de las superficies de la talla, sobre todo de la cara. Para ello se utilizaban diversos materiales abrasivos como esmeril, pumita o corindón, que una vez machacados y reducidos a polvo se aplicaban por frotación contra la superficie.
La base de la Dama resulta problemática y nos dedicaremos a ella más adelante. Aquí solo diremos que no es lisa, está cortada toscamente, posiblemente con una alcotana por las marcas dejadas, y un poco rehundida hacia dentro. La cavidad posterior, también de difícil interpretación, la trataremos en otro punto, de momento diremos que parece estar poco trabajada y en ella se distinguen las huellas que dejó un cincel mediano.
Algún autor piensa que estuvo destinada a ser colocada de espaldas a un muro, de ahí que la parte posterior se encuentre menos trabajada que la anterior. Sin embargo, hemos de decir que existen esculturas ibéricas en las que este hecho está bien definido como en la “Gran Dama” oferente del Cerro de los Santos, en ella la diferenciación entre el anverso expuesto a la vista, y por lo tanto muy trabajado y el reverso toscamente trabajado se muestra mediante unas líneas incisas fuertemente marcadas que actúan como límite entre ambas partes. En la Dama de Elche no existen estas líneas. El paso de la parte delantera a la trasera es gradual, aunque los pliegues del manto desaparecen totalmente al llegar al brazo no existiendo ninguno en la espalda. Esta frontalidad de la pieza, aunque es evidente, no es tan acusada como en la del Cerro.

Francisco Vives. "La Dama de Elche en el año 2000. Análisis, tecnológico y artístico". Ed. Tilde. Valencia.