20100810

El yacimiento de La Alcudia y sus excavaciones

El 4 de Agosto de 1897, en las cercanías de la ciudad de Elche, fue descubierta esta magnífica pieza ibérica que cien años después mantiene viva la expectación de las gentes.
Al sur de Elche, a unos dos kilómetros, se encuentra la finca denominada La Alcudia, en la partida rural de Alzabares Bajo. La etimología árabe del nombre del yacimiento significa colina, altozano, otero, loma, etc. Es una elevación a modo de loma de no más de cuatro metros sobre los terrenos circundantes y de unas poco más de diez hectáreas de extensión, en ella se encuentran los restos de los antiguos habitantes de estas tierras desde el Eneolítico hasta la época visigoda, pasando por la ibérica y la romana. Podemos decir que se trata de un “tell” o colina formada por sucesivos poblamientos, destrucciones y repoblamientos, en el que se distinguen hasta ocho estratos de ocupación caracterizados perfectamente por sus cerámicas, monedas, esculturas o restos arquitectónicos
Entre ellos el correspondiente a la ciudad romana de Illici, una de las seis colonias inmunes de la península.
Ya en 1401 se extraen de La Alcudia dos fustes de columnas de granito para soportes de cruces de término; en 1505 se mide la longitud de sus murallas siendo de 2.020 pasos.
A partir del siglo XVIII la actividad arqueológica aumenta, en 1752 el delegado de Su Majestad Fernando VI, don Ascensio de Morales, enviado para el estudio de la Historia del Obispado de Orihuela rescata restos de edificios, muchas monedas, fragmentos de estatuas y de columnas. Estas últimas las manda colocar en el lienzo de la pared de la casa capitular donde todavía se conservan. En 1755 se descubren nuevos restos. En 1776 “unos curiosos” excavaron para “descubrir algo importante”, el resultado fue restos de edificios con columnas, seis pedazos de una estatua de cobre, un baño con gradas, vestigios de un anfiteatro elíptico de 81 x 57 pies, etc.
En el siglo XIX prosigue el afán descubridor pero quizá con más ímpetu. En 1803 la propietaria doña Baltasara Martín Cortés descubre un león, una estatua de mujer sentada y un jinete en bajo relieve. Puso en conocimiento a las autoridades de dichos hallazgos y ofreció el terreno a S. M. Don Carlos IV para que pudieran seguirse las excavaciones. Otros hicieron incursiones para llevarse a su casa los fragmentos de relieves que encontraban. Incluso hay quien (D. José Braceli) ignorando su antigüedad extrajo extensas tuberías de plomo de las que obtuvo grandes sumas de dinero al venderlas (no quiero pensar en la cantidad de tierra que tuvo que remover y todo lo que tuvo que destruir para conseguir el plomo). En el último cuarto de siglo se llegan a crear asociaciones arqueológicas de amigos dedicados en sus ratos libres a estos menesteres. Durante estas dos últimas centurias la ciudad de Elche iba creciendo y se encontró en La Alcudia una magnífica cantera de roca caliza, de sillares labrados y en suma de material de construcción para ser utilizado en los edificios de la ciudad. Así fueron desapareciendo poco a poco las murallas, el anfiteatro, los templos…, en definitiva La Alcudia volvía a ser destruida.
Sin embargo hubo ilicitanos preclaros que dedicaron su empeño a enaltecer la historia de la ciudad. Entre ellos citaremos a D. Aureliano Ibarra Manzoni (Alicante 1834-Elche 1890), que en su obra Illici, su situación y antigüedades, rescató del olvido una gran parte del legado que ofrecía el yacimiento así como otras excavaciones por él realizadas en otras partidas rurales de Elche, por desgracia carentes de datos estratigráficos. Otro ilicitano digno de destacar fue D. Pedro Ibarra Ruiz, hermanastro del anterior. Fue tanto el amor que profesó a su ciudad y la admiración por Aureliano que le llevaron a constituir la Sociedad Arqueológica Illicitana, de la que fue su director, encargándose entre otras cosas de la catalogación y colección verdaderamente científica de los hallazgos realizados. Más tarde se convirtió en archivero municipal, organizando y catalogando todos los documentos históricos de la ciudad. Quizá a D. Pedro Ibarra le debamos los ilicitanos toda nuestra historia.

El siglo XIX prácticamente acaba con el descubrimiento de la pieza que nos ocupa, la que el vulgo bautizó como “reina mora”, que a los pocos días sería vendida al Museo del Louvre, y más tarde sería conocida como Dama de Elche.
El siglo XX comienza con el afán de nuevos descubrimientos en La Alcudia. A Elche vienen prestigiosos científicos para excavar y previsiblemente encontrar más esculturas. Para ello deben obtener permiso de su propietario. La escasez de hallazgos importantes como el del busto famoso hace creer que el yacimiento está agotado. Pasan los años sin apenas excavaciones, tan sólo unas calicatas de Antonio Vives Escudero en 1923. En 1935 comienzan los trabajos de excavación sistemática, sólo interrumpidas por la Guerra Civil, por D. Alejandro Ramos Folqués, cuya familia era dueña de La Alcudia desde 1918. Este arqueólogo crea un museo monográfico en el mismo yacimiento en 1948. En 1984 tras su muerte le toma el relevo su hijo Rafael que en 1996 crea la Fundación Universitaria de Investigación Arqueológica La Alcudia junto a la Universidad de Alicante y el Ayuntamiento de Elche. Las excavaciones sistemáticas continúan.

Francisco Vives, "La Dama de Elche en el año 2000. Análisis tecnológico y artístico", Ed. Tilde. Valencia.