
La Dama se coloca una toga que descansa sobre el hombro izquierdo, en el que se deben unir sus dos extremos mediante una gran fíbula. Desde éste cae en diagonal hacia el lado derecho del cuerpo, cubriendo el pecho y dejando al descubierto el hombro derecho. En el lado izquierdo la túnica queda abierta permitiendo la libertad de movimientos del brazo. Se puede ver su límite superior en el hueco izquierdo del primer collar, acusando igualmente con sus curvas y pliegues el peso y extensión de la tela.
Esta pieza pasa inadvertida en la escultura al quedar en un segundo plano cubierta por los collares y el manto. Los pliegues se aprecian entre las anforillas del collar central, aproximadamente paralelos, lo que nos hace llamar la atención sobre los pliegues existentes entre la tercera y cuarta anforilla, que presentan direcciones sensiblemente divergentes. Esto lo atribuimos a la intencionalidad del escultor que pretende representar el volumen del pecho cubierto por la toga.

Si la mantilla y la toga fuesen la misma pieza, ambas tendrían el mismo tipo de pliegues, pero no nos parece que sea así.
Por último, consideramos que existen suficientes ejemplos en la vestimenta clásica que separan ambas piezas, quedando la toga individualizada del resto como las stolai o las exomides griegas que dejaban un hombro al descubierto, permitiendo esta separación la libertad de movimientos entre la cabeza y el resto del cuerpo. No podemos imaginar un vestido complejo para una posible ceremonia y a la vez incómodo hasta el punto que dificulte los movimientos de la persona que lo lleva.
El color podría ser el mismo que el de la mantilla, pues en la escultura hay restos de color rojo.
Francisco Vives. "La Dama de Elche en el año 2000. Análisis, tecnológico y artístico". Ed. Tilde. Valencia.