20091228

Técnica escultórica (I)

La técnica de esculpido de imágenes en piedra ha variado poco a lo largo de los siglos, al contrario de lo que ha ocurrido con la escultura en metales fundidos como el bronce o la plata. En éstas, la tecnología, los nuevos materiales para moldes y, sobre todo, la utilización de los ordenadores han revolucionado del todo los sistemas de producción artística, recorriendo un largo camino desde el método de la cera perdida de los griegos, hasta el fresado automático informatizado del siglo XX.
Aunque la talla de la piedra ha variado poco, encontramos grandes diferencias en lo referente a las herramientas. Hoy se utilizan sierras mecánicas, discos abrasivos, martillos neumáticos, pulidoras y percutores mecánicos; sin dejar de lado los tradicionales martillos, cinceles, macetas, gradinas, alcotanas, punteros, etc.
Podemos decir que hoy coexisten dos técnicas fundamentales en el esculpido de la piedra: el modelado o tallado indirecto y el tallado directo.

(En la imagen vemos a Ignacio Pinazo modelando a la Dama de Elche en París, en el Museo del Louvre, en 1908).

El modelado de una escultura va seguido de un vaciado y de una ejecución. Primero se realiza un modelo en barro, arcilla, cera, etc. Para ello se utilizan espátulas, espadillas y sobretodo los dedos; a continuación el escultor recurre a un modelista, que realiza un molde en yeso, destinado a servir de referencia para la ejecución de la pieza. Este modelo solía ser una maqueta reducida de la obra final, o a escala natural si era un busto o una estatuilla. Sea como fuere se obtenía una toma de puntos mediante compases y máquinas de escalar sobre la piedra. Este sistema permite saber cómo quedará la obra final antes de su ejecución y el artista puede modificar tantas veces como crea conveniente el modelo de arcilla, hasta conseguir la forma deseada.
El procedimiento del tallado directo era más sencillo, el escultor retenía en la mente la imagen que iba a esculpir, y ya fuese en madera o en piedra, iba rebajando, a modo de desbaste, el bloque original acercándose a los volúmenes previstos, con la única referencia de unos someros dibujos iniciales en los laterales del bloque. A medida que avanzaba el trabajo se cambiaba a herramientas más finas y precisas para que los rebajes fuesen cada vez más pequeños y sutiles. Un error podía hacer fracasar la obra pues se trabajaba sobre el soporte definitivo, no sobre uno intermedio. Esta técnica de tallado directo se utilizó desde la prehistoria hasta el siglo XIX, aunque en la actualidad vuelve a valorarse.
Nuestra escultura, la Dama de Elche, se debió realizar por tallado directo. Como más adelante veremos existen en ella una serie de detalles que o bien estaban en el modelo original y se reprodujeron como tales, o bien se trata de pequeños errores que el escultor tuvo que salvar en el momento de su esculpido. Si se hubiese utilizado la técnica del modelado hubiera podido cambiarlos sobre la arcilla. Entre estos detalles citaremos: el número diferente de radios en los rodetes; un radio del rodete derecho se bifurca hacia el exterior; un adorno de los rodetes que denominaremos tetrafolio, es totalmente diferente al resto; el diferente ángulo de abertura de los rodetes; el tamaño diferente de los iris y la inclinación de los labios, entre otros.
El escultor debió comenzar realizando algunos dibujos de la futura escultura sobre algún material apropiado, posiblemente una tela. Estos dibujos serían el plano que seguiría en la ejecución posterior. Para conseguir unos bocetos apropiados no dudamos que debió copiar a un personaje del natural, a una modelo colocada en la posición adecuada. Quizá utilizase a una sacerdotisa o a una mujer de la aristocracia ibérica o, como algunos investigadores piensan, a una escultura inicial de madera vestida con ricos ropajes. Sea como fuese, con los dibujos en su poder y el recuerdo en su mente, el artista debió tener suficiente para comenzar su trabajo.
Acto seguido eligó la piedra o se la encargó a un cantero, debió acotar unas dimensiones mínimas para poder encajar los volúmenes, posiblemente se trataría de un bloque de unos 60 cm de alto, 50 cm de ancho y 40 cm de grosor. Tendría forma de paralelepípedo ya que ésta es la figura simple en la que trabajan los canteros. Hemos de observar que el bloque de piedra tendría sólo unos centímetros de más en cada arista de lo que realmente mide la escultura (56 x 42,5 x 34 cm), y considerando que la densidad de la caliza es de alrededor de 2,7 g/cm3, supondría un peso de 320 kg. Evidentemente necesitaría un transporte tipo carreta hasta su taller.
Una vez en el lugar de trabajo marcaría las líneas generales en las caras del bloque para que le sirvieran de guía en el desbastado de la pieza. Este desbastado inicial lo realizaría utilizando una alcotana, un cincel grande o puntero y mediante golpes de maza de metal iría atacando el bloque y reduciéndolo progresivamente. De esta manera obtendría un volumen aproximado al de la escultura prevista, de líneas abruptas y de superficies toscas. Se ayudaría de un instrumento del tipo compás para medir las distancias y tomar referencias de los dibujos previos.
El paso siguiente le llevaría al cambio de cincel por otro más pequeño. Con él se acercaría más aún a las líneas definitivas sobre todo de las superficies lisas como son la espalda o los hombros y comenzaría la talla de la cara, de los adornos del pecho y de los rodetes. A partir de este momento y dependiendo de la zona de la escultura en la que tra-baje, se intensifican los cambios de herramientas como los cinceles finos, los enmangados, los punteros finos, las mediascañas, etc.
El escultor acabaría la obra por partes: un rodete ahora, otro después; los collares, la cara, posiblemente los dejaría para más adelante. De manera que en este momento de la ejecución podríamos encontrar partes de la figura prácticamente terminadas, otras sólo desbastadas, y entre ambas una gradación más o menos amplia de acabados distintos. Poco a poco el número de zonas acabadas aumenta hasta llegar al momento de dejar las herramientas a un lado. Sin embargo, la pieza todavía no estaba terminada.

Francisco Vives. "La Dama de Elche en el año 2000. Análisis, tecnológico y artístico". Ed. Tilde. Valencia.