Aunque se ha llegado a cuestionar la condición sexual de la figura representada en el busto, consideramos que no se ha aportado argumentación suficiente que justifique su condición de varón, por lo que desde el principio de este capítulo se supone que se trata de una mujer, posiblemente de mediana edad, con un status preeminente en su entorno social y que por alguna razón, sea de carácter tradicional, religioso o funerario, se decidió perpetuar su imagen en una escultura.
Así pues, para iniciar el objetivo marcado, emprendemos la descripción de una secuencia evolutiva a partir del busto de una mujer desnuda, con el pelo recogido por dobles trenzas que caen sobre los pechos, teniendo como único elemento original la zona de la cara, desarrollamos la hipótesis de una delineación del resto de perfiles y volúmenes a partir de circunscribirlos dentro de la escultura.
Para esto se ha modulado la imagen siguiendo el canon clásico de ocho cabezas, de modo que de la barbilla hasta la línea imaginaria que uniría los pezones de los pechos hay una cabeza, y la distancia entre ambos también es de una cabeza.
El cabello iba recogido a ambos lados de la cráneo, separado en dos mitades por una raya divisoria desde la frente al occipucio, o mejor en tres partes, dos laterales y una tercera que estaría formada por el cabello desde la coronilla hasta la nuca. Con cada una de ellas se formaría un grupo de trenzas.
La hipótesis de las dobles trenzas está basada en numerosas esculturas ibéricas, también en esculturas de mujer etruscas de terracota como la del Sarcófago de Cerveteri, que muestra dos trenzas por delante y otras dos por detrás, diversas estatuas chipriotas y, por último, las korai griegas que ostentan a menudo tres trenzas a cada lado. Un número plural de trenzas a cada lado entra dentro de lo común en la forma de recogerse el pelo en la Antigüedad, por lo que no debe descartarse esta posibilidad en la modelo que posó para nuestro busto.
Se ha preferido mantener la desnudez de los pechos, frente a las piezas de tela o cuero que se colocaban a modo de vendajes como sujetadores las mujeres romanas, como en el célebre mosaico de la Sala de las diez jóvenes de Piazza Armerina de Sicilia, debido a la falta de evidencias en el mundo íbero.
Francisco Vives. "La Dama de Elche en el año 2000. Análisis, tecnológico y artístico". Ed. Tilde. Valencia.
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