El rumor del descubrimiento iba en aumento. La casa del doctor Campello empezó a llenarse de visitantes curiosos, la mayoría amigos de la familia, ciudadanos de la alta sociedad y representantes municipales, que de este modo se convertían en los privilegiados que podían admirar la escultura. El resto de los curiosos se agolpaba en la puerta y los criados tenían que enfrentarse a ellos impidiéndoles la entrada. Por fin, se decidió sacar el busto al balcón sobre un taburete, para permitir de este modo que todos lo pudiesen ver. Era el tema de las tertulias. Toda la ciudad hablaba de la Reina Mora. Todos ensalzaban las glorias del busto. En los talleres de alpargatas, en la calle, todos se ocupaban del hallazgo. Una fotografía presidía el comedor del Hotel La Confianza donde pasó una noche la estatua, para poder ser admirada por sus clientes, antes de volver a la casa del doctor. El busto se convirtió en el símbolo de la ciudad.
Los días 14 y 15 de agosto de todos los años, se celebra en Elche el Misteri, drama asuncionista del barroco, que se representa en la Basílica de Santa María por cantores aficionados siguiendo un libreto el Consueta escrito en valenciano antiguo, en limosín. Es una obra única en el mundo, el único drama barroco sacro-lírico que permanece vivo y que se representa anualmente.
El 11 de Agosto llegó a la ciudad un arqueólogo francés conocido de D. Pedro Ibarra para escribir un reportaje para L’illustration de París sobre el Misteri, era monsieur Pierre Paris. Tan solo hacía una semana que había aparecido el busto. Los ánimos ya estaban más calmados, pero la actividad de D. Pedro Ibarra era en ese momento frenética enviando cartas y fotografías de la pieza a casi todo el mundo. Entre ellas le había enviado una al propio Mr. Pierre Paris, pero no la había recibido, pues ya estaba de viaje hacia Elche, por lo que, sin demora, le enseñó una fotografía y le habló de la pieza. Este sería el detonante de los acontecimientos posteriores que desembocaron en la venta de la escultura.
Mr. Pierre Paris se interesó por ella. La visitó en casa del doctor Campello acompañado siempre por D. Pedro Ibarra y telegrafió al Museo del Louvre aconsejando su compra y pidiendo autorización para hacerla. Inicialmente el doctor Campello se mostró contrario a su venta, seguramente influido por su esposa y por el propio D. Pedro Ibarra, quien le asesoraba y por el que conocía la importancia del hallazgo y todo lo que éste estaba haciendo para darla a conocer. Mr. Pierre Paris insistía en su compra y le llegó a ofrecer el máximo que tenía autorizado, 4000 francos (unas 5200 pesetas de aquella época). Además, el nombre de Elche y el del propio doctor irían unidos a la escultura que sería expuesta en el Museo del Louvre. Aun así la negativa persistía.
Sin embargo un hecho haría cambiar al doctor Campello de opinión. Se esperaba respuesta a las cartas que había enviado D. Pedro Ibarra a los organismos oficiales del estado. Se creía que también estarían interesados en su compra y era preferible, si había que venderla, hacerlo a un museo nacional. La pieza no había sido valorada por ningún otro experto. Hacía muy poco que había sido descubierta y parecía que no iba a ser bueno actuar precipitadamente. Se tenían relaciones con el Museo Arqueológico Nacional, al que –recordemos–, se vendió la colección de antigüedades de su suegro D. Aureliano Ibarra, y que todavía no se había terminado de cobrar. Pero las noticias no llegaban. Quizá el periodo vacacional influía en ello. Pero por aquellos días llegó protestada una de las letras de cambio que dicho museo debía haber satisfecho por la compra de las antigüedades. Este hecho era inaudito, no sólo no se interesaban por la estatua descubierta, sino que retrasaban el pago de las piezas que ya tenían.
La situación que vivió el doctor Campello no era buena. Por una parte tenía muchos gastos con las obras de nivelación de La Alcudia y el suministro de regadío, por otra, no podía comprar unos terrenos colindantes que deseaba y, por si fuera poco, el dinero que esperaba recibir de Madrid no iba a llegar. Sólo le quedaba el recurso de Mr. Pierre Paris.
El doctor Campello se entrevistó con Mr. Pierre Paris y le preguntó qué garantías tenía en el pago. Éste le contestó que todas y que a lo sumo en una semana tendría el dinero de la venta pues lo adelantaba Mr. Léon Paris del Louvre, quien lo recibía de Mr. Nöel Bardac, que no ocurriría como con el Museo Arqueológico Nacional. No es que estuviera necesitado económicamente hablando, pues el doctor era rico, tenía posesiones y vivía en una casa-mansión llena de obras de arte. Era más por despecho por lo que estaba dispuesto a la venta. Se sintió engañado por el organismo oficial. Después de una breve consulta con su esposa, el doctor Campello aceptó la venta del busto. Era el 18 de Agosto de 1897, catorce días después del descubrimiento.
En este asunto, D. Pedro Ibarra fue apartado y mantenido al margen a su pesar, y fue sufriendo cada uno de los acontecimientos que ocurrían. Así lo hacía constar en una especie de diario que confeccionaba que tituló Efemérides Illicitanas. En él refleja todo el malestar que aquello le producía y todo el sentimiento de impotencia ante la venta del busto.
Y el día 30 de Agosto partía, embalada entre algodones desde el puerto de Alicante hacia Marsella.
La noticia cayó como una bomba entre los ilicitanos, que veían como la magnífica estatua se perdía quizá para siempre en tierras francesas, y en seguida empezaron a buscar culpables: el buen doctor no podía serlo, se había negado desde el principio y estaba muy bien considerado; su esposa, imposible, la hija de D. Aureliano habría defendido la postura contraria pues había heredado de su padre el amor por la historia de su pueblo. ¿Quién quedaba? D. Pedro Ibarra, el que trajo a Elche al francés, el que se pasó todo el tiempo enviando cartas a todo el mundo, el que proclamó a los cuatro vientos el descubrimiento, atrayendo la codicia de los científicos europeos. Estaba claro, él era el culpable. Durante años recayó sobre D. Pedro Ibarra la acusación velada de la venta del busto. Nunca hablaba de ello y, si lo hacía, era para acabar enfadándose con su interlocutor.
La sociedad en general reaccionó en contra de la venta, y sobre todo de su salida al extranjero. En la prensa nacional se levantaron voces de protesta e indignación ante estos hechos que se repetían con cierta frecuencia. Posiblemente entonces se comenzó a tener conciencia del patrimonio y este caso fue el embrión de una futura Ley de protección del Patrimonio de la que se carecía en España.
Francisco Vives. "La Dama de Elche en el año 2000. Análisis, tecnológico y artístico". Ed. Tilde. Valencia.